miércoles, 23 de mayo de 2012

Autoevaluación 2012


¿He conseguido contribuir a formar educadores, profesionales que, como dice Tinning, se planteen constantemente dos preguntas básicas: qué implicaciones tiene lo que enseño y la manera en que enseño y cómo enseñar mejor? ¿He contribuido a formar educadores, personas que ejercen las virtudes de la educación,  a saber: el conocimiento, la reflexión, la responsabilidad, el cuidado ético? ¿O más bien he contribuido a profundizar en los vicios que perjudican la educación: la indolencia, la sumisión, el clientelismo, la anomia? El planteamiento y el desarrollo de la asignatura,  mi docencia ¿ha generado de veras cambios deseables en los estudiantes? ¿Se interrogan más y mejor ahora acerca de las preguntas que plantea Tinning que antes? ¿Son de veras conscientes de su importancia? No estoy del todo seguro. Me faltan datos, y los que tengo son contradictorios y confusos. 

Creo que estoy un poco decepcionado. O, para ser más exactos, creo que estoy un poco decepcionado por estar un poco decepcionado.  Hago tantos circunloquios porque no sólo no sé si se han cumplido mis expectativas, sino ni si quiera sé si es bueno tener unas expectativas como las que tenía, muy condicionadas por experiencias anteriores (¿qué otra cosa puede condicionar unas expectativas?). A este respecto, en síntesis, tengo la impresión de que las cosas han ido peor de lo que esperaba: ha habido menos participación y más “burocrática”. Y, contradiciendo mi responsabilidad, he dejado que la decepción (o, mejor dicho, el espejismo de la decepción) gane terreno y condicione mis expectativas. Tengo la impresión de no haber contribuido como hubiera debido a generar una dinámica que sirva para centrarse en lo importante: incentivar la voluntad y el deseo de aprender. En otras autoevaluaciones hablaba de mis muchas dudas con respecto a la manera en que está planteada esta comunidad de aprendizaje. De los efectos perversos que puede tener el hecho se convierta en un diálogo para “contentar” al profesor. Ahora lo tengo claro: no se puede forzar (de manera más o menos velada) a pertenecer a una comunidad. Y mucho menos cuando la  inercia es tan fuerte y cuando las resistencias de los estudiantes son tantas y tan sutiles. Un genuino interés y ambición por aprender resulta un requisito previo e imprescindible. Cuando el interés y la necesidad de aprender existe, existe la comunidad. Y si no existe, no hay comunidad de aprendizaje. Por mucha apariencia de existir que tenga.

Como digo, no estoy del todo seguro. Además, las generalizaciones son injustas. Frente a las decepciones, hay numerosas sorpresas agradables (Y habrá más. Siempre hay más). Me consta que algunos, muchos, sienten haber recuperado el poder sobre su aprendizaje. También creo que mi esfuerzo no ha sido en balde y que algunos, muchos, al menos han podido sacar algo positivo de nuestra interacción mediante los blogs y los trabajos escritos. Sé que algunos, muchos, han participado de manera callada, sutil, escuchando o leyendo lo que publicaban otros, y que han sacado algo, quizá mucho, de su interacción. Tengo numerosas muestras de que algunas personas, puede que muchas, sí que se plantean ahora que lo que enseña(ría)n y el modo en que lo enseñ(aría)n tiene más y mayores implicaciones de las que pensaban antes. Y también de que haya arraigado en ellos la voluntad y la responsabilidad de hacer todo lo posible por enseñar mejor aquello que es realmente importante. Pero, y aún asumiendo que mis expectativas estuvieran un tanto sobredimensionadas o distorsionadas, no puedo quitarme del todo esa sensación de decepción y de no haber cumplido con mis objetivos.

[Hoy, 22 de mayo de 2012, día de la huelga del sistema educativo, un docente hablaba por la radio. Después de describir pormenorizadamente todas las desdichas y sinsabores que los recortes educativos le habían reportado a él, a su escuela y a sus compañeros, acabó diciendo más o menos asi: “pero, con todo, voy a hacer todo lo posible porque toda esta frustración y corriente de negatividad no llegue a mis alumnos. No solo porque ellos no tienen la culpa, sino porque si lo hiciera les estaría haciendo un perjuicio imperdonable. Así que, a pesar de todo, me comprometo a reafirmar mis esfuerzos para proporcionar una mejor educación a las personas a las que tenga el privilegio de servir.”]

¿Qué debo hacer para mejorar en el futuro? Creo que en primer lugar hacer un planteamiento más sencillo, menos diverso. Vi, por ejemplo, una gran respuesta en el trabajo cooperativo. Quizá debería ser una dinámica que se practique con más asiduidad, algo que gane protagonismo. En todo caso, habría que hacer menos cosas distintas e insistir más con lo que funcione mejor. Segundo, preguntar más y escuchar mejor. Las conexiones no han funcionado del todo. Debería haber sido el momento de las inquietudes, las dudas, las demandas, las peticiones… Si no salen solas, habría que tirar de ellas. Tercero, intentar plantear proyecto(s) colectivo(s). Temas, iniciativas en torno a las que nos agrupemos todos. Buscar una mayor implicación de los estudiantes en la selección y desarrollo de esos temas e iniciativas. También plantear otra manera de plantear las lecturas (sin dejar de leer, algo para mí irrenunciable). Hay tanto que leer… por qué unas lecturas obligatorias –además muchas mías-¿Quizá plantear unas serie de textos y que decidan cuál trabajar? Finalmente, velar por la coherencia entre todos los elementos de la asignatura. Si se quiere implicar de veras a los estudiantes en su proceso de aprendizaje y evaluación, no puede haber prácticas coercitivas. No se debe pasar lista. No se puede plantear el primer día sin más un calendario con actividades coreografiadas por el propio profesor. Y mucho menos culminada por el examen que, por muy escaso que sea su valor en la calificación, tiene un enorme peso ritual. En definitiva, si se apuesta fuerte, hay que llegar con la jugada al final. Si no se confía en la jugada, lo mejor es no apostar, o no apostar tanto.
(Al final, siempre me queda la duda: ¿de veras así aprenderían mejor? Respuesta: no lo sé, pero si intuyo que sí, creo que debo intentarlo).

Recuerdo unas palabras que alguien leyó en el “Día Pennac” y que expresan muy bien cómo me siento: no hay que tomarse la ignorancia del zoquete como un insulto personal. Creo que el problema está en las expectativas. Creo que me he intentado imponer a una realidad. Y que, a pesar de las circunstancias, las inercias, los tiempos limitados y la pereza es importante mantener la confianza en los estudiantes. A ellos sirvo, y espero que a ellos les haya servido algo. Si no es así, pido humildemente disculpas y prometo intentar mejorar.

Y dicho esto mi nota: un 6

PD. Demasiado largo. Ya veremos lo que digo.